¿Recuerdas la historia del bebé Moisés? ¿Recuerdas cómo su madre lo escondió en una canastita en el rio? ¿Sabes por qué lo escondió? Fue porque ellos eran hebreos. A los egipcios se les dijo que mataran a cualquier bebé varón hebreo por orden de Faraón, rey de Egipto!
¿Quién encontró al niño en el río? Correcto. La hija de Faraón. Ella llamó al bebe Moisés que significa “lo he sacado de las aguas.” Ella cuidó de Moisés y el creció y llegó a ser un joven muy inteligente y fuerte.
Mientras él crecía en el palacio de Faraón en Egipto, había un grupo de personas que sufrían en Egipto. Era llamado el pueblo hebreo. Fueron hechos esclavos bajo los egipcios. Ellos eran golpeados muchas veces por los egipcios. Día y noche, ellos clamaban a Dios, pidiéndole que enviara un libertador, a alguien que los salvara de los egipcios.
Moisés sabía que él era hebreo. Un día, cuando ya había crecido, salió del palacio y fue a ver al pueblo hebreo. Vio las pesadas cargas que ellos estaban llevando. Vio cómo eran forzados a hacer ladrillos para Faraón para que él pudiera tener sus magníficos edificios.
Mientras Moisés miraba a su pueblo hebreo trabajando tan duro, vio a un egipcio matando a un hebreo. Esto enojó mucho a Moisés. Miró a un lado y luego al otro lado, y cuando nadie estaba mirando, mató al egipcio y lo enterró en la arena.
Al siguiente día, Moisés salió otra vez, y esta vez vio a dos hombres hebreos peleando. Le dijo a uno de ellos: “¿Por qué pelean?” El hombre respondió: “¿Quién te ha hecho juez sobre nosotros? ¿Vas a matarme como mataste a ese egipcio?”
Moisés se paralizó. Miedo total vino sobre él. Dijo en sus adentros: Todos saben lo que pasó.
Cuando Faraón se enteró, envió a hombres a buscar a Moisés. ¡Quería que mataran a Moisés! Pero Moisés huyó de Faraón y de Egipto. Fue a vivir a la tierra de Madián, que es el desierto.
Cuando llegó a Madián, se sentó por un pozo de agua. Ahí vio siete hijas de un sacerdote tratando de dar agua a su rebaño. Les estaba costando pues venían pastores de ovejas y las echaban fuera. Los pastores de ovejas eran todos hombres, y las echaban. Ellos querían ir primero.
Moisés vio esto, y se levantó a ayudarle a las mujeres darle agua al rebaño. Las mujeres lo invitaron a su casa y le dijeron a su padre como Moisés las había ayudado en el pozo.
El padre dijo a Moisés, “Puedes vivir con nosotros.” Moisés tomó por mujer a una de las hijas, llamada Sófora, y tuvieron un hijo llamado Gerson. Gerson significa “he sido un extranjero en una tierra extraña.”
Después de que algún tiempo había pasado, Faraón murió. Pero el pueblo hebreo seguía siendo esclavo. El pueblo hebreo clamaba y clamaba al Señor Dios de Israel, pidiéndole que por favor los salvara de los egipcios.
Y Dios escuchó sus oraciones, y Dios escuchó sus clamores, y Dios se acordó de su promesa a Abraham, Isaac e Israel. Dios vio a su pueblo, y sabía todo sobre su sufrimiento. No los olvidó.
Moisés ahora era pastor de ovejas, y era su trabajo asegurarse que el rebaño tuviera alimento y agua. Un día, mientras estaba con el rebaño, vio algo tan increíble— ¡no podía creer lo que veía! Estaba en el lado occidental del desierto, y cuando vino al monte de Dios, Monte Horeb, el ángel del Señor vino a él en una llama de fuego, ¡en medio de una zarza! Miró y vio que la zarza ardía en llamas, ¡pero el fuego no la consumía! ¡Eso es un milagro! Moisés quería acercarse y ver esta zarza ardiendo.
¿Quién es el único que sabemos que puede hacer milagros? ¡Dios! Dios va a hablarle a Moisés. ¡Escuchemos lo que Dios le va a decir!
Cuando Dios vio que Moisés se acercaba para mirar la zarza, Dios lo llamó de en medio de la zarza, y dijo: “¡Moisés, Moisés!” Y él respondió: “Heme aquí.”
Dios respondió, “No te acerques aquí. Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa. Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Israel.”
Moisés tenía temor de ver a Dios, así que cubrió su rostro. Y el Señor Dios continuó hablando y dijo, “Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor.
“Estoy consciente de que los egipcios los lastiman mucho. He descendido para librarlos de la mano de los egipcios. Los llevaré a una tierra que fluye leche y miel.
“Ven Moisés, te enviaré a Faraón, rey de Egipto. Tú serás el hombre que librará a mi pueblo de los egipcios. Los guiarás fuera de Egipto a la tierra prometida.”
Moisés dijo: “¿Yo? ¿Quién soy yo, Señor, que debo ir a Faraón, y quitarle a los Hebreos a él y a Egipto?”
El Señor Dios respondió: “Ciertamente yo estaré contigo. Esta es mi promesa que yo estoy contigo: cuando saques al pueblo de Egipto, serviréis a Dios en este monte donde estáis ahora.”
Moisés respondió: “¿Qué diré? ¿Qué haré cuando los hebreos pregunten tu nombre?”
Dios dijo: “Tú dirás: su nombre es 'YO SOY EL QUE SOY.' Tú dirás: 'YO SOY' me ha enviado a vosotros.” Ve, y reúne a los ancianos de Israel y diles que ciertamente te he visitado, y he visto lo que está pasando en Egipto. Os sacaré del sufrimiento y los traeré a una tierra prometida que fluye leche y miel.
“Ellos escucharán tu voz; Ellos irán contigo a ver a Faraón, y le diréis: 'El Señor, el Dios de los hebreos, nos ha salido al encuentro. Ahora pues pedimos, permite que nos vayamos tres días de camino al desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.'
“Pero yo sé que Faraón no os dejará ir. Él lo hará muy difícil. Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con mis maravillas y milagros. Lo haré allí en frente de él. Los egipcios respetaran y tendrán gracia hacia los hebreos. Y cuando sea el tiempo para que mi pueblo salga, no saldrán con las manos vacías. Les será dada plata, oro y vestidos. Dejaran a los egipcios despojados.”
Moisés seguía poniéndole excusas a Dios. Le decía diciendo a Dios por qué no podía hacer lo que Dios quería que hiciera. Le dijo: “No van a escuchar mi voz.” Y entonces Dios puso una vara en la mano de Moisés, que se convertía en serpiente y de nuevo en una vara. Dios le dijo a Moisés que metiera la mano en su pecho, y se le volvió en una terrible enfermedad llamada lepra. Cuando Moisés metió su mano en su pecho otra vez, su mano volvió a la normalidad.
Entonces Moisés dijo: “No soy un buen orador, Señor. Yo hablo muy despacio.”
Dios respondió: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y yo te enseñaré lo que has de hablar.”
Pero Moisés rogó al Señor: “Os ruego que me envíes un apoyo, alguien que esté a mi lado y le hable a Faraón.”
Dios se enojó con Moisés, pero le concedió su petición, y Dios dejó que Aarón, el hermano de Moisés, hablara.
Entonces Moisés regresó con la vara en su mano, y se despidió de su suegro, y tomó a su mujer y a su hijo y se fueron a Egipto. Pues Dios le dijo a Moisés: “Ve, vuelve a Egipto, porque todos los hombres que querían matarte han muerto. Ve y haz todas las maravillas que te he dicho. El corazón de Faraón será endurecido, de modo que no dejará ir al pueblo hebreo, pero tú dile a Faraón, Israel es el primogénito hijo del Señor. Deja ir a mi hijo. Si no lo haces, entonces el Señor matará a tu primogénito.
Dios hizo que Aarón que conociera a Moisés en el desierto mientras Moisés y su familia iban de camino a Egipto. Ahí Moisés le explicó todo a Aarón.
Cuando llegaron a Egipto, Moisés y Aarón se reunieron con todos los hombres sabios de Israel y les explicaron todas las palabras que Dios les había hablado. Luego les mostraron las maravillas que Dios les había mostrado. Y el pueblo creyó. Y al oír como Dios les había visitado y había visto su aflicción y había ahora enviado a alguien a salvarlos de los egipcios, se postraron y adoraron a Dios.
Entonces Moisés y Aarón fueron a ver a Faraón. Se presentaron delante de Faraón y dijeron: “El Señor Dios dice: 'Deja ir a mi pueblo para que me celebre fiesta en el desierto.'
Faraón respondió: “¿Quién es el Señor para que yo escuche su voz y deje ir a Israel? No conozco al Señor, no dejaré ir a Israel.”
Con eso, Faraón hizo todo aún más difícil para los hebreos. Ahora fueron enviados a obtener la paja por sí mismos. Antes de que Moisés y Aarón vinieran, les daban la paja para hacer los ladrillos. No solo tenían que buscar ellos la paja sino que también debían hacer la misma cantidad de ladrillos que hacían antes cuando se les daba la paja.
Por supuesto, esto enfureció a los hebreos, y cuando vieron a Moisés y a Aarón, les dijeron: “Han empeorado todo para nosotros. Que el Señor os juzgue por esto.”
Moisés le dijo al Señor: “Señor, ¿por qué has dejado que esto suceda? ¿Por qué los trataste mal? ¿Por qué me enviaste al Faraón? Pues desde que vine a Faraón a hablar, él solo ha hecho mal a este pueblo, y tú no los has salvado de Faraón”
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Ahora verás lo que haré a Faraón. Cuando termine con Faraón, el los dejará ir y el los echará de Egipto. Moisés, Yo soy el Señor, y me aparecí a Abraham, Isaac e Israel por el nombre Dios Todopoderoso.
“Tengo muchos nombres. Y a ti Moisés, me apareceré como Jehová. Yo soy jehová, el Libertador. El Unico que puede salvar a Israel de Egipto."
“He establecido mi pacto con Israel, y he de darles la tierra que les prometí, la tierra de Canaán. He oído su clamor y he visto su llanto. Yo soy el Señor y los sacaré de Egipto. Los liberaré de su esclavitud. Extenderé mi brazo sobre ellos, los libraré. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ellos me conocerán. Yo soy el Señor.”
Moisés volvió con los hebreos, pero ellos no lo escuchaban. Sentían que si lo escuchaban, él lo haría todo peor para ellos, no mejor.
Pero el Señor le dijo a Moisés: “Ve a Faraón, rey de Egipto, y dile que deje ir a mi pueblo. Yo te he hecho a ti y a Aarón personas muy importantes ante los ojos de Faraón. Tú dirás que yo los he mandado. Faraón no dejará ir a mi pueblo, pero yo haré muchos milagros y maravillas en Egipto. Y entonces Faraón y todo Egipto sabrán que yo soy el Señor.”
Moisés obedeció al Señor. Moisés tenía ochenta años cuando se presentó ante Faraón. Aarón tenía ochenta y tres años. El y Aarón se presentaron ante Faraón y dijeron esas palabras a él.
Cuando terminaron de hablar a Faraón la Palabra de Dios, Faraón dijo: “Muéstrenme un milagro.” Aarón arrojó su vara (una vara larga) y se convirtió en una serpiente.
Y entonces Faraón llamó a sus magos y sus “sabios.” (Estos “sabios” eran hombres perversos, y no sabían nada sobre el único Dios verdadero.) También convirtieron sus cañas en serpientes, pero la vara de Aarón se tragó la vara de ellos.
Al ver esto Faraón, endureció su corazón aún más y dijo: “No dejaré ir al pueblo.”
A la mañana siguiente, Faraón fue al río. Allí, Moisés y Aarón lo encontraron, y dijeron: “El Señor Dios de los hebreos nos ha enviado a ti. Deja ir a mi pueblo.”
Y entonces Moisés y Aarón tomaron la vara y golpearon los ríos de Egipto, y todas las aguas en todo Egipto—los estanques, los ríos, los arroyos, sus piletas— ¡todas se convirtieron en sangre! Todo esto pasó justo ante los ojos de Faraón y sus siervos.
Todos los peces en el agua murieron, y los ríos se corrompieron (olían muy mal). Ningún egipcio podía beber el agua. Los magos y “sabios” de Egipto también hicieron lo mismo. Cuando Faraón vio que los magos podían hacer lo mismo que Moisés y Aarón habían hecho, dijo: “No dejaré ir al pueblo.”
Por siete días, se corrompieron los ríos, y los egipcios trataron de cavar alrededor de ellos, pero era inútil. No había agua para beber en ningún lado. Y entonces el Señor envió a Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: “Deja ir a mi pueblo. Mirad, heriré a Egipto con ranas.”
Y Aarón extendió su vara sobre los ríos de Egipto, ¡y de todos los ríos salieron muchas ranas en grandes cantidades! Entraron en todas las casas de los egipcios. Las ranas entraron a todas las habitaciones. ¡Incluso los aposentos estaban cubiertos de ranas! ¡Toda la tierra de Egipto estaba cubierta de ranas!
Faraón llamó a sus magos, y una vez más hicieron lo mismo. Y entonces Faraón le dijo a Moisés y Aarón: “Rogad al Señor para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor.”
Pero cuando Faraón vio que ya no habían ranas, su corazón se endureció más que la última vez, y dijo: “No dejaré ir al pueblo.”
Con esto, ¡Aarón extendió su vara y golpeó el polvo de la tierra con piojos! Había piojos en todos lados— ¡piojos en los hombres y mujeres, piojos en todo animal de la tierra de Egipto!
Faraón llamó a sus magos, pero esta vez no pudieron traer piojos del polvo de la tierra. No podían traer algo vivo, como los piojos, de algo que está muerto, como la tierra. ¿Quién es el único que sabemos que puede traer algo muerto de vuelta a la vida? ¡Dios! Y los magos no tenían al único Dios verdadero en su corazón.
Los magos dijeron a Faraón: “Esto es obra de Dios.” Pero el corazón de Faraón se endureció más y más y dijo: “¡No dejaré ir al pueblo!”
A la mañana siguiente, Moisés y Aarón se presentaron ante Faraón, y Dios envió cientos y cientos de insectos a la tierra de Egipto, ¡hasta que toda la tierra estaba cubierta de insectos! ¡Había tantos insectos que no se lograba ver nada! ¡El aire estaba lleno de ellos!
Faraón dijo a Moisés: “Id, y tomad al pueblo y ofreced sacrificio a vuestro Dios dentro del país.” Moisés respondió: “No podemos ofrecer sacrificio aquí. Este no es el lugar donde Dios quiere que le adoremos. Debes dejarnos ir tres días al desierto.”
Faraón dijo: “Quitad todos los insectos, y los dejaré ir al desierto a ofrecer sacrificio.” Moisés hablo al Señor, y el Señor quitó los insectos de Faraón hasta que no quedó ni un pequeño insecto en toda la tierra de Egipto.
Al irse los insectos, Faraón dijo a Moisés: “No dejaré ir al pueblo. No los llevarán a ningún lado.”
Moisés y Aarón vinieron otra vez a Faraón y dijeron: “Así dice el Señor: ‘Deja ir a mi pueblo para que me sirva.’ A cierta hora mañana, la mano del Señor estará sobre tu ganado en los campos, tus caballos, tus asnos y tus ovejas. ¡Todos ellos tendrán una terrible enfermedad! ¡Pero el ganado, caballos, asnos y ovejas de los hebreos no se enfermarán! Entonces sabrás que El es el Señor.”
Ciertamente, al siguiente día, la palabra del Señor se hizo vida. Todo animal de los egipcios fue golpeado con esta horrible enfermedad, y muchos de ellos murieron. Pero cuando Faraón vio que ni un solo animal de los hebreos pereció, su corazón se endureció más que nunca, y dijo a Moisés y Aarón: “No dejaré ir al pueblo.”
El Señor no había terminado con Faraón. Moisés y Aarón fueron a Faraón una vez más, y Aarón tomó puñados de cenizas del horno, y Moisés las esparció hacia el cielo frente a Faraón.
Las cenizas se convirtieron en diviesos con úlceras (una terrible enfermedad de la piel). Los diviesos vinieron sobre todo hombre, mujer y niño egipcio, y sobre todo animal egipcio que estaba vivo.
¡Los magos no podían ni presentarse ante Moisés y Aarón porque estaban cubiertos de pies a cabeza de diviesos! Pero Faraón había endurecido tanto su corazón contra Dios que ya no sabía cómo decir sí a Dios. Más bien, dijo a Moisés y Aarón: “No dejaré ir al pueblo.”
Temprano a la mañana siguiente, Moisés y Aarón se presentaron ante Faraón y dijeron: “El Señor extenderá su mano sobre todo Egipto. ¿Vas tú, Faraón, a enaltecerte contra mí, dice el Señor? Te mostraré mi poder, y sabrás que no hay nadie como yo. Mañana verás mi poder. Haré llover de una manera tan terrible que el hielo y el agua en forma de piedras y pequeñas rocas caerán sobre la tierra de Egipto y de todos los egipcios. ¡No has visto nada parecido a esto antes! ¡Ve y recoge tu ganado de los campos antes que sea tarde!”
Moisés dijo: “Todos los siervos de Faraón que temen la palabra de Dios, entren su ganado y ustedes a sus casas ¡y permanezcan ahí! Pero quien no obedeció lo que Dios dijo, dejó su ganado en los campos.”
Al siguiente día, tal como Dios prometió, Moisés extendió su mano hacia el cielo, ¡y el granizo bajó en tremendas cantidades!
Todo hombre y animal que quedó en el campo pereció. Bajó también fuego junto con el granizo. ¡Fue una cosa terrible, terrible de ver! ¡La ira de Dios! Pero en la tierra donde vivían los hebreos, ni una pieza de granizo bajó. Dios los mantuvo a salvo.
Faraón llamó de inmediato a Moisés y le dijo: “Rogad a Dios que se lleve esto y los dejaré ir.” Moisés respondió “Tan pronto esté fuera de la ciudad, alzaré mis manos al Señor, y el trueno cesará, y el granizo no estará más. ¡Ahora sabrás que la tierra pertenece al Señor!
“En cuanto a tus plantaciones, el lino y la cebada fueron destruidos. Pero el trigo y el centeno siguen en el suelo y a salvo.” Pero cuando Faraón vio que el granizo, truenos y fuego cesaron, otra vez puso su corazón contra Dios y dijo: “¡No dejaré ir al pueblo!”
Moisés y Aarón aparecieron ante Faraón al siguiente día y dijeron: 'Así dice el Señor: '¿Hasta cuándo te rehusarás a dejar ir a mi pueblo? Mañana enviaré langostas (estas se parecen a los pequeños saltamontes) a tu tierra. Han de cubrir la faz de la tierra. Habrá tantas que no podrás ver el suelo. Cualquier planta o árbol que el granizo no mató, las langostas se lo comerán. Han de llenar tus casas y las casas de tus siervos y todas las casas egipcias también. Pero las casas de mi pueblo no han de llenar. Ni tampoco destruirán sus plantas.”
Con esto, Moisés se volvió y salió de la presencia de Faraón. Los siervos de Faraón le dijeron a Faraón: “¿Hasta cuándo dejaremos que este hombre nos haga estas cosas? Deja ir al pueblo para que sirvan al Señor, su Dios. ¿No ves que Egipto está destruido?”
Faraón llamó a Moisés y le dijo: “¿Quiénes son los que han de ir contigo?”
Moisés respondió: “Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos, nuestros hijos y nuestras hijas, nuestras ovejas y nuestros ganados. Debemos hacer una fiesta al Señor.”
Faraón dijo: “Lleva contigo solo a los hombres. Deja al resto del pueblo aquí.”
Con esto, Moisés extendió su mano sobre la tierra de Egipto, y el Señor hizo soplar un viento del oriente sobre la tierra todo el día y toda la noche. El viento del oriente trajo a las langostas para que a la mañana siguiente, justo como Dios había dicho, las langostas vinieron. Cubrieron toda la tierra de Egipto y no se podía ni ver el suelo. Se comieron cada árbol y cada planta que quedó viva del granizo. ¡Egipto estaba destruido! Faraón llamó a Moisés y Aarón y les dijo: “He pecado. Os ruego que pidan al Señor perdón para mí. He pecado contra el Señor tu Dios y contra ti.”
Moisés salió y oró al Señor por perdón a Faraón, y el Señor contestó su oración. Hizo que soplara un viento del occidente y se llevó las langostas de la tierra de Egipto y las echó al Mar Rojo. Ahora no había ninguna langosta.
Pero como de costumbre, cuando Faraón vio que las langostas se habían ido, endureció su corazón y dijo: “No dejaré ir al pueblo.”
Los hombres de Dios, Moisés y Aarón, se presentaron ante Faraón, y Moisés extendió su mano hacia el cielo, y de repente, vinieron densas tinieblas sobre la tierra de Egipto. Por tres días, hubo tinieblas. Había densa tiniebla sobre la tierra de Egipto. No se podían ver unos a otros. Nadie se movió de su lugar por tres días. Pero en la tierra donde vivían los hebreos. Había brillante luz del sol en el día y en la noche.
Faraón dijo a Moisés: “Id y servid al Señor. Solo tus ovejas y tu ganado se quedarán aquí. Podéis llevar a tus pequeños contigo.”
Moisés respondió: “Necesitamos a nuestros animales para los sacrificios. Nuestro ganado debe venir con nosotros. No dejaremos ninguno atrás.”
Cuando Faraón oyó esto, dijo: “¡No! No dejaré ir al pueblo. ¡Cuídate Moisés! No quiero verte más. La próxima vez que vea tu rostro, morirás.”
Moisés respondió: “Has hablado con la verdad, Faraón, pues no volveré a ver tu rostro más.”
El Señor le dijo a Moisés: “Una cosa más terrible le va a suceder a Faraón y a todo Egipto. Después de eso, el los dejará ir de aquí. ¡Los echará fuera! Ahora ve y dile a mi pueblo que pidan a cada vecino egipcio oro, plata y vestidos.”
El Señor era temido entre el pueblo egipcio, y los hebreos se ganaron el favor de los egipcios. Los egipcios también estimaban a Moisés. Le dieron a los hebreos todo lo que pidieron. El Señor se aseguró que los hebreos se fueran de Egipto llenos y los egipcios no tuvieran nada.
Entonces Moisés le dijo a Faraón y a sus siervos: “Así dice el Señor: 'Como a medianoche yo pasaré por toda la tierra de Egipto, y morirá todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón hasta el último de los siervos. También todo primogénito del ganado. Nadie escapará de este terrible evento que realizaré. Y habrá gran clamor en toda la tierra de Egipto. Nunca más verán algo como esto otra vez. Pero en mi pueblo nadie morirá, no, ni siquiera los animales. Habrá distinción entre los Egipcios y los Hebreos.”
Moisés dijo: “Y descenderán a mí todos estos tus siervos y se inclinarán ante mí, diciendo: 'Sal, tú y todo el pueblo que te sigue.' Y después de esto yo saldré.” Con eso, Moisés salió de la presencia de Faraón con gran ira!
El Señor dijo a Moisés: “Faraón no te escuchará. Pero Yo haré mis milagros en la tierra de Egipto.” Moisés y Aarón hicieron todos estos milagros a la vista de Faraón, y sin embargo, ¡Faraón mantuvo su corazón endurecido y no dejaba que el pueblo se fuera de su tierra!
Chicos y chicas, ¿Cómo están nuestros corazones? No dejemos que se endurezcan nuestros corazones tanto que no podamos escuchar lo que la Palabra de Dios nos quiere decir. Eclesiastés 12:1 dice:” Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: No tengo en ellos contentamiento.”
El Señor dijo a Moisés y Aarón: “Digan a todo Israel, mi pueblo: 'Este mes será para ustedes el principio de los meses. Será como el primer mes del año. En el décimo día de este mes, cada casa tomará un cordero. Este cordero no tendrá mancha en él. Será un cordero macho.
“En el día catorce de este mes, van a matar a estos corderos, y van a tomar la sangre de estos corderos y ponerla en los dos postes de la puerta de su casa y también en la parte de arriba y de abajo.”
“Van a comer este cordero al anochecer, asado al fuego. Van a comer pan sin levadura y con hierbas amargas. Deben comer durante la noche. No debe quedar nada en la mañana. Si queda algo, deberán quemarlo en el fuego.”
“Al comer, ¡deben estar vestidos y listos para irse! Tengan puestas sus sandalias y el cayado en su mano. Comerán a prisa. Esta es la Pascua del Señor.”
“Pues cuando vea la sangre a los costados de sus puertas y arriba y abajo, pasaré por sobre sus casas. Nadie morirá en su casa. Serán salvos. Pero pasaré por la tierra de Egipto y morirá todo primogénito en la tierra de Egipto, tanto hombre como animal, y contra todos los dioses de Egipto he de mostrar mi juicio. Yo soy el Señor.”
“Han de recordar este día por toda la historia. Han de guardar este día como tiempo santo. Cada año, tendrán esta Pascua en memoria de como los salvé de Faraón. Han de enseñar a sus pequeños a hacerlo para que lo pasen de generación en generación, y así será recordado.”
Y los hijos de Israel, los hebreos, hicieron como el Señor les había mandado a Moisés y a Aarón. La Palabra de Dios se hizo realidad esa noche. A medianoche, el Señor pasó sobre la tierra de Egipto, y mató al primogénito de Faraón hasta el primogénito del preso que estaba sentado en el calabozo. Incluso el primogénito de los animales murió.
Faraón se levantó en la noche, y sus siervos y todos los egipcios, y hubo gran clamor en toda la tierra de Egipto. En cada casa de Egipto, un niño fue hallado muerto.
Faraón llamó a Moisés y Aarón en la noche y les dijo: “¡Váyanse! Salgan de entre mi pueblo. Vayan a servir al Señor su Dios. Llévate a todo tu pueblo y todo tu ganado, vaca y ovejas y ¡váyanse de este lugar! Solo bendecidme.”
Los egipcios le dieron a los hebreos todo lo que querían para que los hebreos se apresuraran y se fueran de Egipto, pues dijeron: “¡Todos somos como hombres muertos! El pueblo hebreo se alistó rápidamente, muchos de ellos se llevaron su pan con ellos antes que estuviera listo.
El pueblo hebreo se fue de Egipto con plata, oro y vestidos justo como Dios lo dijo. Los egipcios fueron despojados, y quedaron sin nada.
Chicos y chicas, el Señor Jesucristo vino a la tierra como el Cordero de Dios. Murió en una dura cruz de madera. Derramó su sangre para que pudieran ser salvos. El es nuestro libertador, nuestro salvador.
Solo Él puede salvarnos de un terrible lugar llamado infierno. Si recibes Sus palabras y lo dejas entrar a tu corazón y a tu vida, él te dará un hermoso hogar en el cielo. Vivirás eternamente y para siempre. Nunca morirás. Vas a compartir en las riquezas de Dios así como los hebreos se fueron de Egipto con todas sus riquezas.
Justo como Dios dijo, Moisés está guiando a su pueblo fuera de Egipto a la tierra prometida. ¿Recuerdan al principio de esta historia cuando Dios le dijo a Moisés: “Te he escogido para guiar a mi pueblo fuera de Egipto?” Dios nunca miente.
Y los hijos de Israel (el pueblo hebreo) viajaron a pie fuera de Egipto. ¡Había muchos! Contando solo a los hombres, ¡había alrededor de seiscientos mil! Solo piénsenlo, muchachos, ¡fueron esclavos en Egipto por exactamente cuatrocientos treinta años! En el último día de ese año cuatrocientos treinta, el pueblo hebreo dejó la tierra de Egipto como hombres mujeres, niños y niñas libres!
Ese día, ellos se llevaron y cargaron los huesos de José. ¿Recuerdan a José? Era un hebreo. Tenía once hermanos. Sus hermanos lo vendieron como esclavo, ¡y Dios lo hizo un hombre poderoso en Egipto! Gobernaba debajo de Faraón. José se volvió segundo al mando bajo Faraón. Solo Faraón era mayor. Cuando José murió, dijo: “Ciertamente Dios los visitará, y cargarán mis huesos de este lugar.” ¡Y Moisés lo hizo! Hasta José sabía que Dios sacaría a su pueblo de Egipto. Eso, chicos y chicas, se llama fe. Confiar en Dios sin importar que pase. Todos necesitamos pedirle a Dios que nos dé fe para confiar en El.
¡Qué día tan feliz debió haber sido! Ese día, el Señor iba delante de ellos en una gran nube. De esta manera, los guiaría y les mostraría el camino. En la noche, ¡Dios iba delante de ellos en un gran fuego! Eso les dio luz para ver por dónde iban.
Chicos y chicas, la Biblia nos dice en Salmos 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino.”
El Señor estaba guiando a su pueblo directo al Mar Rojo. Mientras tanto, cuando Faraón se dio cuenta que el pueblo hebreo se fue del país, ¡se enfureció!
Llamó a sus siervos diciendo: “¿Por qué los dejaron irse? ¡Ellos eran nuestros esclavos! ¡Preparen mis carros!”
Tan rápido como pudo, Faraón subió a su carruaje junto con otros seiscientos carros, y salieron a atrapar al pueblo hebreo. Faraón pensó: ¡No escaparán tan fácilmente! Pero Dios tenía otros pensamientos!
Muchas veces, los pensamientos de Dios no son los mismos nuestros, y los caminos de Dios no son nuestros caminos. ¡Esta era una de esas veces!
Faraón y sus hombres con sus carros y caballos corrieron rápido persiguiendo al pueblo hebreo. Cuando se acercaron a Moisés y al pueblo hebreo, el pueblo se dio la vuelta, ¡y clamaron al Señor! Le dijeron a Moisés: “¿No había tumbas en Egipto? ¿Debemos morir aquí? ¡Sería mejor ser esclavos en Egipto que morir en este desierto!
Chicos y chicas, ¿qué paso con su fe? ¿Nos pasa eso a nosotros?
Moisés le dijo al pueblo: “No temáis. Estad firmes y ved la salvación que el Señor hará hoy por vosotros; porque los egipcios a quienes habéis visto hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros mientras vosotros. Solo estad quietos, y ved.”
A veces, el Señor Dios debe ponerte en un lugar donde no puedes moverte para que clames a él. ¡El es tu libertador!
Dios le dijo a Moisés: “Dile al pueblo que siga hacia adelante. Levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar. Las aguas se dividirán como dos muros gigantescos. Los hijos de Israel caminaran en tierra seca por en medio del mar.
Y entonces el Señor llevó la gran nube de en frente, donde estaba guiando a su pueblo, hacia atrás. A los hebreos, la nube daba luz, pero a los egipcios daba tinieblas. Los egipcios no podían acercarse a los hebreos. ¡Estaba muy oscuro para poder ver!
¡Y entonces los hebreos cruzaron justo en medio del Mar Rojo sobre tierra seca! ¡Qué milagro! Las aguas eran como muros para ellos: una pared de agua en el lado izquierdo y una pared de agua en el lado derecho. Dios hizo retroceder las aguas hasta que el último de su pueblo estaba a salvo en el otro lado.
¡Luego vinieron los egipcios! Persiguieron con fuerza a los hebreos, y también comenzaron a cruzar el Mar Rojo en tierra seca, pero Dios tenía sus ojos en ellos. Dios comenzó a desbaratar sus carros.
Sus ruedas se desataron e iban sin ruedas a través del Mar Rojo. ¡Qué espantoso!
Los egipcios clamaron: “Huyamos de los hebreos. ¡El Señor pelea por ellos!
El Señor dijo a Moisés: “Extiende tu mano, Moisés, sobre el mar.”
Tan pronto como Moisés lo hizo, ¡Dios hizo otro milagro! En la mañana, el mar regresó a su lugar. ¡Las aguas vinieron de regreso con fuerza increíble! Ningún egipcio escapó. Todos perecieron. Las aguas cubrieron a los egipcios, sus caballos y sus carros.
Y así, el Señor salvó a Israel ese día de las manos de los egipcios y los hebreos vieron a los egipcios muertos en la orilla. Cuando los hebreos vieron lo que Dios había hecho por ellos, un gran temor vino sobre ellos, y creyeron en el Señor y en su siervo, Moisés.
Y entonces cantaron Moisés y todo el pueblo este canto: “Cantaré al Señor, pues ha triunfado gloriosamente: jinete y caballo echó a la mar. El Señor es mi fortaleza y mi canción, y se convirtió en mi salvación. El es mi Dios, y le prepararé un lugar para vivir, mi Padre es Dios, y le alabaré. ¿Quién es como tú, oh Dios? ¿Quién como tú, magnifico en santidad, temible en alabanzas, haciendo maravillas? Tú traerás a tu pueblo y los plantarás en el monte de tu heredad, el lugar que has hecho para tu morada, oh Señor, el santuario, oh Señor, que tus manos han establecido. El Señor reinará para siempre jamás.” Canta al Señor, porque El ha triunfado maravillosamente.”
¿Recuerdan antes de que Moisés se convirtiera en el líder escogido de Dios, Dios le dijo a Moisés: “Has de volver con mi pueblo y me adorarán aquí en el monte Horeb”? En tiempos venideros, ¡si adoraron a Dios en el monte Horeb tal como Dios dijo! ¡Cuán verdadero y fiel es Dios!
Chicos y chicas, si tú tienes al Señor Jesucristo en tu corazón y en tu vida, ¡entonces tienes a la persona más poderosa viviendo dentro de ti! El te ayudará, y peleará tus batallas por ti. Debes ir a El y depositar toda tu confianza en El. El te rescatará, y cantarás el canto que el pueblo hebreo cantó.
En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.
San Juan 5:24 (ESV)
Siervos Poderosos del Dios Vivo
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